Un antiguo alcalde de Alicante se acaba de sentar en el banquillo de acusados (Alperi) y otra (Castedo), calienta en la banda, justo cuando un tercero acaba de acceder al asiento aún caliente que acaba de dejar un cuarto (Echevarri), muy a su pesar.
El acceso de Barcala, que así
se llama el neófito, a la alcaldía de la capital del Benacantil ha sido sin duda
accidentado, pero no por ello menos meritorio: un triple salto mortal, (Bonig,
Ciscar, Rajoy) encaramado a los lomos de la penúltima tránsfuga de la cantera
de las izquierdas, las que mejor resultado dan a la larga (Tamayazo,
Maruja Sánchez, Mayca Granado ,- en L’Alfàs-) y que además denuncia , Belmonte,
intentos de soborno, precisamente a ella; ¡ hasta ahí podríamos llegar!.
Y enfrente todo es desconcierto,
confusión y el inveterado fulgor de las
navajas, de gran arraigo entre las filas socialistas y que a punto a estado de
acabar en escabechina, frenada “in extremis” ( o aplazada “sine die”)
por un Puig que no gana para
disgustos a los pies del Santa Bárbara.
Un espectáculo, en suma, de todo
menos edificante, de más que probables efectos devastadores en los comicios que se avecinan, pero
previsibles, en todo caso, para quien escuchara alguna de las intervenciones semanales que
el alcalde saliente daba en una
conocida emisora de radio.
Porque siendo el transfuguismo una
perversión en el funcionamiento democrático de las instituciones, harían bien
los socialistas en levantar la vista para ver el bosque y no el árbol que en
este momento les ocupa. Lo cierto es que cada vez que recuperan alguno de los
tradicionales feudos populares durante décadas , Benidorm o Alicante, la acaban liando parda a la entrada o a la salida. Una cosa es
ganar asambleas para montar tramoyas e incubar en su seno ambiciones personales
más o menos confesables y otra muy distinta ganar elecciones para consolidar proyectos con los mejorar el
futuro de ciudades y ciudadanos.
Y es que contrariamente al caso del
Partido Popular, cuya pervivencia se cuestionaba recientemente en la prensa por
razones de sobra conocidas, el ciclo histórico del Partido Socialista y los
valores que defiende son más necesarios que nunca, especialmente en los
difíciles momentos por los que transita tanto Europa en su conjunto como
nuestro país en particular. La reciente propuesta del PSOE para abordar la
delicada cuestión de la eutanasia, por ejemplo, justificaría por sí sola la afiliación de
cualquier ciudadano de bien que no la
tramitara en su día con la Ley de Dependencia. Por no hablar de la vertebración
de nuestro país, del todo punto
imposible sin su concurso.
Cuando los círculos de alguna de las
nuevas formaciones políticas que iban a reinventar la democracia se han tornado
en líneas concéntricas de dianas en las que fulminan a los discrepantes
del “gran timonel”, tal vez no seria el presente un mal
momento para abordar en instancias socialistas medidas mil veces esgrimidas
y jamás aplicadas – más allá de
unas primarias de andar por casa-. Unas
reformas que permitieran renovación de caras, métodos y políticas ; nada del
otro mundo, por cierto: listas abiertas,
limitación de mandatos….
Todo con el objetivo de que en el socialismo quedaran los realmente
inspirados por sus ideales, los dispuestos a dejarse la piel por el bien ajeno
y no los aprovechateguis siempre prestos a rebanársela al prójimo (la piel)
con tal de conservar nóminas y/o prebendas y menos aún cuando se perciban las
mismas en régimen de gananciales.
En situaciones realmente complejas,
nada hay como el acervo de la sabiduría popular, porque si bien es cierto que “una cosa es predicar y otra dar trigo”,
tal vez alguien debería susurrarle al de Morella, que en
Alicante , en la casa socialista,“más
vale una vez rojo, que ciento colorado”, porque como seguramente les diría a los atribulados socialistas valencianos el entrañable capitan Furilo (creo recordar) de la seria americana de la que he tomado prestado el título, ( Hill Street Blues), "tengan mucho cuidado ahí fuera"