lunes, 29 de agosto de 2011

Noruega, Verano de 2011, "El Huevo de la Serpiente"







Fotos: "Un mar de flores" (apelativo ideado para esta instantánea por el periodista  Jose María Perea), homenaje a las víctimas de los atentados en una plaza de Oslo.;Pintada callejera en una céntrica calle de la Capital; Bandera a media asta en una granja en Todal; granjas en el fiordo de Todal



Como  en años anteriores, he estado en Oslo en julio, pero en esta ocasión tras los terribles atentados. He sido testigo de la conmoción  y de las profundas heridas que  la locura ha causado en alma colectiva  de  los noruegos y esto me llevó a plasmar mis reflexiones en un artículo titulado "El Huevo de La Serpiente", que el Diario Información de Alicante ha publicado en el día de hoy en su sección internacional y que yo reproduzco en este Blog, que espero ir retomando ya con la regularidad que tuviera antes del periodo vacacional.El título es un guiño a los cinéfilos, al aludir a una película de Bergman que glosaba el nacimiento del nacismo en la Alemania de los años 20, aunque probablemente, por cuestiones de edad muchos lectores no habrán podido visionar. De cualquier modo, visto lo visto, no estaría mal que, jóvenes, y no tan jóvenes, tiráramos de filmoteca para revisionar aquella inquietante obra maestra del director sueco.

“El Huevo de la Serpiente

Hay, a mi modo de ver, dos razones para que lo ocurrido el pasado  22 de julio en Noruega haya zarandeado tan violentamente los  ánimos de los habitantes de este país, más allá de lo horrendo del suceso.
En primer lugar la dimensión nacional de lo ocurrido. Las  agrupaciones locales de cada  municipios del país del Arbeider Partiet, equivalente a nuestro Partido Socialista,  han venido enviando a este encuentro de sus Juventudes, al menos  un representante, por lo que todos conocían  a alguna víctima o superviviente.
En segundo lugar, el hecho, terrible y doloroso para un pueblo que ama a su país, a su bandera y a sus instituciones, en especial la monarquía, que catalizó  la resistencia a la invasión nazi, de que el autor, contrariamente a lo que se creyera en un primer momento, fuera noruego y no un integrante de Al Quaeda.
La conmoción que esto ha provocado en las almas de los noruegos es sólo comparable a la originada por  la traición del que fuera primer ministro cuando el país fue invadido por Hitler, VidKun Quisling, fusilado tras la guerra por colaboracionista. El mismísimo premio nobel de literatura Hamsun escaparía a un final parecido por los pelos gracias a su avanzada edad.
Hace más de quince años que vengo recalando en Oslo en Julio, de camino a Kristiansund, próspera ciudad de la costa oeste de donde es mi mujer. Siempre me llamó la atención la sorprendente luz que se da en la ciudad (esporádicos chaparrones aparte) y el afán  de los noruegos por apurar lo que les pueda quedar del corto  e imprevisible verano escandinavo,   al que  se diría devoran con la misma fruición que a los deliciosos “softis”, helado cremoso que prolifera en todos los quioscos de la ciudad en temporada estival.
Sin embargo, este año el dolor y el  desconcierto atenazaba los corazones de los transeúntes en una ciudad, toda ella convertida en  capilla ardiente en honor a las víctimas de los terribles atentados. En cada rincón  se podían ver rosas rojas ( como aquí símbolo  socialista) y velas. Incluso la imponente escultura del tigre en la plaza de la estación central lucía melancólica con un capullo que alguien había dispuesto en sus fauces, un tanto agostado por los rigores del sol con que se estaba despidiendo julio.
Nos decía nuestra amiga Grette, médica que reside a escasos metros del primer ministro Jens Stoltenberg, catapultado en las encuestas por su papel en la “crisis” y cuya vivienda permanecía vigilada con la solitaria presencia de un coche patrulla, que  la manifestación de repulsa por los atentados había sido  de tal magnitud, que los participantes, ante la imposibilidad de llegar al lugar convenido para depositar las rosas, optaron por hacerlo en cualquier rincón de la ciudad.
Días más tarde dichas flores cobrarían de nuevo protagonismo al ser esgrimidas por cada uno de los más de diez mil participantes en la trigésima edición de la “Norway Cup”, competición de futbol que reúne a niños y niñas de  más de cincuenta países  - entre ellos el nuestro- y que eran alzadas a petición de los miembros del gobierno y conferenciantes en la inauguración del evento. Fue en ese mismo acto donde se escuchó a la ministra de educación afirmar que empezaba “el primer día del resto de nuestras vidas”. Nada podría  volver  a ser igual que antes tras lo ocurrido, pero que no iban a renunciar a los valores fundamentales sobre los que habían asentado la sociedad  en su país: democracia, libertades, tolerancia y solidaridad. Pude comprobar que, a pesar  de todo lo ocurrido, de nuevo,  la vigilancia policial sólo era perceptible en  la discreta presencia de alguna pareja de policías desarmados  que patrullaban entre los miles de bulliciosos jóvenes.
También  Todal,  destino último de mi viaje, un tranquilo valle  cerca de Surnadal, rodeado por las montañas de Trollheimen (el hogar de los trolls), llegaron los ecos de la tragedia.
Los lugareños suelen presumir de que ni siquiera las tropas alemanas llegaron hasta allí. De hecho la familia de mi mujer se refugió en los años de ocupación en la misma cabaña donde ahora recalamos una semana cada verano. No han tenido tanta suerte en esta ocasión. Un año más hemos coincidido allí con Johan Hoem  y Kitty Eide. El primero,  conocido empresario de Kristiansund, y su esposa, Jefa de Prensa de la compañía Shell en Noruega. Su hija , Astrid Hoem, dirigente de dieciséis años de las Juventudes Socialistas (Arbeiderpartiet) de Kristiansund, una joven cargada de ilusión y de proyectos, ha sobrevivido  milagrosamente a la matanza de Utoya. Sus padres, al tiempo que arropan a una hija traumatizada por lo que ha vivido, se afanaban en participar en  las diferentes estructuras de apoyo y ayuda a los familiares  y supervivientes de los atentados organizadas por el gobierno  a nivel nacional.
Y mientras ciudadanos de a pie , sicólogos clínicos, siquiatras y expertos se prodigabann en las diferentes tribunas públicas buscando  las causas de lo ocurrido, nos enteramos sobresaltados de que otro noruego,  en Kristiansund  esta vez, iba a ser procesado por confesar sus deseos de apuntar con su pistola Glock  en el pescuezo de destacados miembros del gobierno, como  se demostró en unas grabaciones y  todo esto en un país  donde los reservistas suelen custodiar en sus domicilios los rifles de asalto y hasta en algunos casos las pistolas que portaran en su servicio militar…
En este caluroso mes de julio, los noruegos, como hemos hecho también otros en tantas ocasiones , han tenido que descender  a los infiernos de una locura que sólo el hombre es capaz  de protagonizar. Son un pueblo acostumbrado a   hacer frente a la adversidad. Han conseguido dominar  un medio hostil hasta convertirse en uno de los países más prósperos  del planeta. Ahora se disponen a  hacer algo parecido, aunque en esta ocasión les toque bregar con la más oscura e insondable de las naturalezas, la humana; la misma que hiciera a exclamar a Marlow, protagonista de “ El Corazón de las Tinieblas” de  Joseph  Conrad , “el horror”, “el horror” y con la inquietante certidumbre  de que , además, el huevo de la serpiente, se había venido incubando  plácidamente al calor  de su envidiado estado de bienestar.
El tiempo dirá.

(Publicado en el Diario Información, de Alicante, el 29de agosto de 2011 )