viernes, 4 de enero de 2013

LA IMPORTANCIA DEL OPTIMISMO.


Es verdad que no  es fácil vislumbrar indicios que nos induzcan al optimismo en nuestro país. Ya lo intentó en su día Zapatero en lo que se acabaría convirtiendo en una de sus mayores meteduras de patas, -"planetaria", a buen seguro que diría  la ex ministra Pajín. Ahora es el inefable ministro Montoro el que intenta hacer lo propio con su sonrisa, entre sádica y cínica aludiendo con su aflautada voz a un hipotético movimiento en las entrañas de la econmía española.
Veremos  cómo acaba todo, pero a los ciudadanos de a pie nos resulta  bastante complicado huir de una realidad que deja muy poco margen  para el ilusionismo. Nos es imposible ignorar a los pobres albañiles en paro que, acuciados por las deudas, se queman "a lo bonzo", o a las madres desesperadas que saltan por los balcones ante la inminencia de un desahucio o cerrar los ojos ante la dureza de una realidad que obliga a la emigración a la juventud mejor preparada que jamás haya tenido nuestro pobre país.

Del mismo modo nos es igualmente imposible no taparnos la nariz cuando leemos en la prensa que a Rodrigo Rato, responsable del mayor desastre bancario en la historia de España, que ha llevado a la ruina a miles y miles de españoles, acaba de fichar por el Banco Santandar tras un "paseillo triunfal" por Telefónica. El mismo Rato, ex ministro de Aznar, que saliera huyendo  despavorido del FMI,, para cuya presidencia contó  también con el apoyo de los socialistas. Todo tiene su explicación cuando recordamos que en la misma multinacional presta sus servicios Edardo Zaplana , al igual que hiciera hasta hace bien poco el yerno del Rey.

Es por eso  que reacciones  como la que han tenido  algunos ciudadanos hoy, denunciando la inmoralidad de un buen puñado de políticos, entre ellos el Presidente del Gobierno o el Ministro de Hacienda, que cobran en concepto de dietas /residencia, cuando en realidad tienen casa en Madrid, tiene en mi opinión un valor muy especial. El valor que le confiere el que la sociedad se esté empezando a hartar de tanta desfachatez y dé un paso adelante. Como no han dejado de hacer, por otra parte,  en  las diferentes "mareas" que han inundado las calles de Madrid y todas las principales ciudades españolas: la verde, de los profesores, padres y alumnos, la blanca, de los médicos y enfermeras...

Es  esta reacción de los ciudadanos de a pie, como lo fue en su día el  movimiento  del 11M, con todo los defectos que se le quieran atribuir, lo único que nos permite, en mi modesta opinión, albergar un atisbo de esperanza. Esperanza en poder rescatar a nuestra atribulada España, pero no  a base del dinero de los usureros de Bruselas o del FMI, sino gracias a la dignidad de la mayoria de los ciudadanos y a la repulsión que están ya empezando a sentir ante tanto abuso e injusticia. Nuestra única salvación es si hacemos caso a lo que nos decía el poeta Rafael Alberti,  en aquellos versos que musicara Paco Ibáñez.  Cuando nos exhortaba a  ponerlos:

"A galopar,
a galopar,
hasta enterrarlos en el mar"