sábado, 27 de abril de 2013

La estética de la derrota

Un amigo me comentaba al poco de instalarse entre nosotros hace ya algún tiempo la admiración que sentía por nuestra Comunidad donde, según él, se había sabido conjugar la industria siderúrgica con la juguetera, la de la del calzado con la de muebles y la azulejera con la agricultura y todo esto bajo las alas protectoras de la “gallina de los huevos de oro” del turismo y con un red de entidades financieras de la tierra, engrasando una economía que albergaba la tercer bolsa del país. Han bastado apenas dos décadas de (des)gobierno popular para disolvernos como autonomía como haría un terrón de azúcar en un vaso de agua. De poco nos ha servido en el País Valencià nuestro glorioso pasado, las reminiscencias épicas que siempre hemos querido ver encarnadas en nuestro tan traído y llevado “penó de la conquesta” o el rigor intelectual con el que Sanchis Guarner se aproximara a nuestra milenaria historia en su emblemática obra “Història del País Valencià”. Los que se auto proclamaban “salvadores del Reino de Valencia”, de cuyas esencias aseguraban tener el “copyright”, han terminado por difuminar nuestras señas de identidad más básicas, hasta el punto de que una autonomía como Extremadura haya acabado teniendo un perfil reivindicativo mucho más marcado que nosotros en lo que respecta a algo tan elemental y justo como reclamar el pago nuestra deuda histórica que, casualidades de la vida, no ha hecho más que crecer al mismo tiempo que lo ha hecho la deuda de la Comunidad, que acabarán teniendo que pagar nuestros hijos y nietos. Pero lo cierto es que el valencianismo de los populares siempre ha sido una impostura, como la de aquellos que se partían la garganta reivindicándolo al tiempo que hablaban a sus hijos en castellano. Los últimos acontecimientos no hacen sino confirmar esta teoría aunque en su génesis haya también que situar su debilidad por lo ajeno, en especial si es público, es decir de todos, sin olvidar también su nefasta gestión en muchos casos por pura incompetencia. Al final la economía está como está, “hecha unos zorros”, con perdón; los bancos ni siquiera están , de la bolsa de Valencia no se acuerda nadie, de los equipos de fútbol y las extrañas circunstancias de su financiación, la que se ha acabado acordando, para su desgracia, es Bruselas y el fallecimiento del cardenal de Ricard Maria Carles , qué paradoja, sólo pudo seguirse en la tan denostada TV3. Es por eso que no me extrañó nada no hace mucho escuchar por la radio la que montó el Partido Popular de la Comunidad Valenciana con motivo de una exposición de la Universidad de Alicante sobre los años previos a la nuestra autonomía. Una exposición, por lo demás absolutamente inofensiva,que se limitaba a mostrar una serie de carteles que por aquel entonces nos convocaban "als aplecs", actos de reivindicación de nuestras señas de identidad y libertades aún por consolidar. A los populares se les puede tildar de muchas cosas pero no de tontos. Lo que sucede es que este tipo exposiciones, que a mí personalmente me producen cierta tristeza al comprobar la ilusión que incautamente tuvimos y en lo que ha quedado todo, les ponen en evidencia, dado que ellos nunca estuvieron en la lucha, en las reivindicaciones, ocupados como estaban, poniendo palos en las ruedas. Las fotos de jóvenes entonando cánticos, de cantautores congregando a miles de valencianos sedientos de libertades y desbordantes de ilusión y esperanza en el futuro, se me antojan ahora una especie radiografia aséptica de un momento histórico en el que, ni estuvieron. ni se les esperó. Más bien al contrario, los teníamos enfrente. Su arrogancia y autoritarismo no les deja ver que que llevan casi veinte años gobernando, aupados por la mediocridad y política alicorta de una izquierda que quemó las naves de nuestra identidad como país, en la que por otra parte nunca acabó de creer del todo, deslumbrada sin duda por los oropeles del poder político y los cantos de sirena del económico. Esas banderas cuatribarradas, esas fotos de colores ya un tanto desvaídos de jóvenes barbudos que hoy apenas pueden peinar canas, los más afortunados, se diría que hacen la función de pequeños animalitos que, conservados en formol, acaso nos puedan recordar, mientras los estudiamos, que algún día tuvieron vida. Y todo esto, cuando borrachos de prepotencia, la Conselleria de Catalá ( que paradoja lo del apellido), se apresta a acabar con las líneas en valenciano en colegios e institutos de la Comunidad Valenciana, lo único que ha funcionado bien en nuestro maltrecho sistema educativo, con la excusa del "plurilingüismo". Alguien dijo que hay una innegable belleza en la derrota de las causas justas,y a este paso va a ser lo único que nos quede a los que un día confiamos en vivir en un País Valencià más justo y amable para con sus gentes, eso y recordar, como no hace mucho hacía con un compañero de correrías de la etapa pre autonómica, que aún conserva su vieja "senyera" curtida en mil batallas , los versos de una canción de Llach: “No era això, companys, no era això pel que varen morir tantes flors, pel que vàrem plorar tants anhels.” (No era eso, compañeros, no era eso por lo que murieron tantas flores, por lo que lloraron tantos anhelos) DIARIO INFORMACION DE ALICANTE Voernes 4 de enero de 2014