lunes, 23 de abril de 2018

“ CUENTAS Y CUENTOS”






            Es indudable que la educación ha sido una de las mayores paganas de la crisis de la que estamos saliendo según algunos. Fueron años desgarradores en donde compañeros que se habían dado  lo mejor de sí y dejado las cuerdas vocales sirviendo  en las desangeladas aulas de la escuela pública, vieron en su tramo final como en la Comunidad Valenciana no sólo “la fiesta no acababa nunca”,  según llegó a decir algún impresentable, sino que además se podía regresar  al pasado; a uno donde los libros de texto recuperaban su categoría de artículos de lujo y donde el desayuno y almuerzo fueran para algunos niños como el quimérico bocata del Carpanta de los cómics de nuestra infancia. Las tasas universitarias alcanzarían las nubes y las universidades serían menos públicas, con sus masters  a precio de oro.
            Y mientras Wert sembraría de obstáculos y trampas el devenir académico de nuestros hijos con la cantinela de “la ley del esfuerzo” y de la meritocracia, aunque su amancebada Gomendio nos acabaría por confesar  lo que realmente le aterraba : la facilidad con la que la población accedía a la universidad en España (La Vanguardia)
            Es en este contexto donde el caso Cifuentes destaca con toda su crudeza. La “ley del embudo” de toda la vida. Igual que los títulos de chiste de Casado. Los de Cantó, el de Izquierda Unida o lo del Franco del PSOE ( ¡¡¡que maldición la de este apellido!!!),  son deplorables, condenables, sin duda, pero sobre todo, tristes, porque evidencian complejos y miserias. Ni de lejos tienen el alcance de lo de Cifuentes, que no dudó en  servirse de una universidad pública para satisfacer su vanidad, poniendo  un título universitario a la altura de los famosos tatuajes de los que presume para dejar,  a la postre,  la institución a los pies de los caballos.
            Nada nuevo bajo el sol por otra parte. Otro tanto hicieron aquí con Canal 9. Su rector, por cierto, emula a los trabajadores de este medio que blandieron  la pancarta de “la veu  d’un poble”, solo cuando les habían retirado el plato de lentejas que habían pagado con su dignidad profesional, precisamente amordazando a todo un pueblo del que después aseguraban ser su voz,
            La renuncia de Cifuentes al título, se asemeja  a la de la  madre impostora del juicio salomónico y nos recuerda que a la crisis económica que ha asolado toda Europa, en España además , hemos tenido otra de  carácter ético, moral si se quiere, que lejos de desaparecer se perpetúa en los aplausos y apoyos que está recibiendo  la presidenta madrileña por parte del PP y del gobierno , por si no fuera ya grave la crisis de nuestras instituciones.
            Es por eso que me invadió una profunda melancolía leer las palabras de Zaplana en este mismo medio. Una cosa es que se ponga de perfil ante el triste devenir y la postración de nuestra Comunidad. Al fin y al cabo somos humanos.
            Otra  muy distinta es que apele, precisamente él, a la educación como única salida en un entorno digital (o algo similar). No pude evitar acordarme del ex rector de la Universidad de Alicante, Andrés Pedreño,  cuyo Proyecto Científico y Tecnolócico él mismo  se encargaría de dinamitar, abortando lo que sin duda hubiera supuesto un gran salto hacia el progreso y la excelencia  de la Universidad y la provincia de Alicante. Probablemente otro gallo nos estaría cantando en estos momentos
            Por eso, no estaría de más  recordar que cuando alguien nos aconseja  no mirar atrás, lo suyo, lo más prudente (  más  aún si se trata de Zaplana), es desconfiar de oficio;  no sea que nos esté intentando colar un nuevo  “sinpa”;  simbólico claro, porque sus facturas reales bien caro que nos están saliendo. a todos los valencianos.

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