Es por eso que me entristece profundamente el panorama con el que nos encontramos en nuestro país. Tenemos aquí una derecha que, si ya en su día diera preocupantes muestras de no saber perder, ahora las da de no saber hacer lo propio con la victoria. Es decir, son lo que se dice "malos perdedores y peores ganadores.".
Cuando fueron derrotados por primera vez por los socialistas, no es difícil recordar cuáles fueron las reacciones de Aznar, Zaplana y Acebes. Los culpables fueron la banda terorrorista ETA, a la que aún se atreven a acusar de los atentados de Madrid y los SMS que se enviaron convocando a los madrileños ante la sede de Partido Popular. Nunca reconocieron la legitimidad de la primera victoria socialista.
Ahora nadie duda de su victoria. Han arrasado en las autonómicas y municipales. Nadie lo pone en duda y su comportamiento es, aún si cabe, más canalla: intentando el boicot al gobierno utilizando las autonomías que controlan o avisando a los cuatro vientos, para que los mercados se enteren y nos cobren los intereses más altos, de la quiebra que, según ellos, se cierne sobre Castilla la Mancha.
Hay muchas formas de golpismo y estos se las conocen todas.
Lo cierto es que queda tiempo aún para las generales. A los populares, que han ganado, les va a tocar gobernar y aplicar su programa oculto y son conscientes de que esto, al haberlo escamoteado a los electores, una forma de pérfido engaño como otra cualquiera, tendría un coste electoral que quieren ahorrarse. La solución pasa por desestabilizar a Zapatero sea como sea y si para eso hay que seguir la estela de Portugal, pues que así sea.
Por cierto, y a modo de anécdota simpática, habría que decir que la grandeza de los descendientes de la casa de Orange, en las antípodas de los dirigentes de nuestro Partido Popular se evidencia también en la letra del himno naciona holandésl, donde, a pesar de las barrabasadas que el Duque de Alba debió de cometer en el país de los tulipanes, éstos aún se disculpan ante nuestro monarca de entonces alegando que su sublevación iba contra el desalmado Duque y no contra la corona hispana.
Y es que ni lo cortés quita lo valiente, ni la victoria justifica la mezquindad.
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