“
Al
parecer no estamos tan mal como tendemos a pensar. La Humanidad ha
progresado con pasos de gigante desde la década de los noventa
aunque a nosotros no nos lo parezca porque los mil y un conflictos
con los que nos desayunamos a diario desvirtúa los verdaderos
perfiles de una realidad que resulta que avanza por el buen camino.
Lo decía la prestigiosa revista TIME en uno de sus últimos
números y varios medios nacionales se abonaban a la teoría este
fin de semana. .La extrema pobreza sólo afecta a una décima parte
de la población cuando en los noventa lo hacía con un tercio. Las
mujeres han alcanzado un quinto de los escaños en los parlamentos
nacionales de medio mundo y conquistado cuotas de influencia
inimaginables hace poco; la homoxexualidad se acepta en cien países
cuando apenas se toleraba en veinte entonces y terribles enfermedades
como la polio se han erradicado donde antes causaban estragos; a
otras, como el SIDA, se la ha acabado por “domesticar”.
Lo que nos hace estar en un permanente “sinvivir” puede deberse
al estado de alerta que llevamos instalado de casa en nuestro ADN, y
al que si bien debemos nuestra supervivencia como especie, nos
condena a la zozobra, especialmente desde que un lunático haya
tomado el despacho oval y al parecer no tiene nada mejor que hacer
que lanzar sus “tweets” a modo de cerillas contra los
numerosos bidones de gasolina que los intereses geoestratégicos de
unos y de otros tienen distribuidos a lo largo y ancho del Planeta.
Cuando un periodista preguntó a Hanna Arendt (
“La Banalidad del Mal”) si creía posible un
nuevo Holocausto, esta respondió sin dudar que “ cada paso que
da la Humanidad en la historia está condenado a ser el umbral del
siguiente en su camino hacia la salvación o la perdición”. Es
decir que no tenemos garantizado en modo alguno el progreso, y el
“regreso” siempre es una posibilidad.
Los estragos que la crisis ha producido en occidente han propiciado
el surgimieno de liderazgos, cuanto menos controvertidos , de
populismos y movimientos nacionalistas que enarbolan como receta una
especie de utopías regresivas, una vuelta a un supuesto
pasado ideal como solución , agitando un cocktail con ingredientes
que todos creíamos desterrados para siempre: supremacismo racial,
aislacionismo, proteccionismo, expansionismo, rearme- Bien mirado
son los gérmenes que han diezmado a Europa durante siglos y que el
Zar de nuevo cuño de Putin, no sólo contempla con deleite,
sino que aventa, después de haber conseguido que en el flanco
oriental de Europa (y de la OTAN, por cierto), a Erdogan le
haya dado por apelar al Imperio Otomano.
Nuestro país no ha estado ajeno a este estado de cosas , si bien
es verdad que el populismo de Podemos se esta desinflando por la poca
consistencia de su liderazgo y los dos nacionalismo que se habían
venido retro alimentando ( el del PP y el catalán) no pasan por
sus mejores momentos, con la justicia en los talones; pero para
remendar los estragos que unos y otros han producido en el panorama
socio político y en el tejido económico, especialmente de Cataluña
en sus respectivas huidas hacia adelante, hará falta mucho más que
“la acción de la justicia”.
Sólo Ciudadanos en su indefinición aparece con ventaja frente a
un PSOE que en su día fuera la piedra angular vertebradora del
entramado político en nuestro país y al que no dejan levantar
cabeza. La entrevista de González en EL MUNDO de este fin de
semana, no hace más ilustrar la gravedad de su crisis interna y lo
que en ella “vomita”, - con perdón-, no augura nada bueno a su
secretario general.
La pregunta del millón es si la “alternativa naranja”
es la más adecuada para el paisaje después de la batalla con el
que nos vamos a topar, en el que lo que lo más perentorio será el
tendido de puentes y lanzamiento de amarres sobre los que transportar
las cantidades ingentes de betadine para restañar las heridas
mutuamente infringidas; o por el contrario caerá en la tentación
(Ciudadanos) de dejarse arrastrar por la regresión de su particular
utopía de recortes de libertades y recentralización.
Estaría
bien que cuando se deshoje la margarita de Cataluña, alguien nos lo
contara porque el viento según las encuestas sopla en su favor y
porque contrariamente a lo contado por Manrique,
al menos en nuestro país, cualquier tiempo pasado no fue mejor, sino
peor y casi siempre, mucho peor.