domingo, 21 de mayo de 2017

VICENTE PEREZ DEVESA Y LLUIS LLACH, EN LA MEMORIA



 


           
           

    Aquel año en la gala de inauguración del Festival de Cine de L'Alfàs,  no cabía ni un alfiler.  Hacía poco que el Partido Popular accedido a la deseada alcaldía mediante una polémica moción de censura y su desembarco fue arrollador en el emblémático acto cultural, a modo de celebración . Alcaldes, diputados y cargos departían animadamente con algún que otro conseller venido para la ocasión.

            Mi presencia en el evento no podía resultar más embarazosa. La tremenda crispación política vivida en los últimos meses en L'Alfàs y el hecho de haber debutado como portavoz en el histórico pleno de la moción, me habían convertido en poco menos que un apestado con el que pocos se atrevían a cruzar palabra, “sic transit gloria mundi”

            Es probable que la  experiencia política acumulada por el alcalde de Benidorm Vicente Pérez Devesa le permitiera percartarse de  esta circunstancia, pero lo cierto es que abandonó el grupo de  acompañantes alcaldes de la comarca, algún diputado  y se acercó  cruzando pausadamente el auditorio de la Casa de Cultura para darme  un fuerte apretón de manos y preguntarme, al tiempo que  golpeaba cariñosamente el hombro por el alcalde depuesto, al que seguramente habría conocido en su  dilatada trayectoria política.

            No conocía a Pérez Devesa. Jamás había cruzado palabra con  él, aunque admiraba sus dotes de orador ,  sarcasmo y socarronería que usaba para sentenciar cualquier debate  (aún teníamos canales locales de televisión). Sin embargo en aquella ya lejana noche de julio, me dio una lección de generosidad y grandeza que jamás  he podido olvidar ( ni dejar de agradecer), y que de algún modo me hicieron recordar el celebérrimo poema de Kipling “If”, porque no era fácil en absoluto sustraerse al ambiente de    linchamiento “social” que prevalecía en esos momentos y él lo hizo con  la naturalidad que solo los realmente grandes pueden evidenciar en situaciones semejantes, porque están ya “de vuelta” de todo.

            Y por ese mismo motivo, sólo alguien con una personalidad semejante se podía permitir, militando en un partido como el suyo, traer a Lluis Llach, de quien era un declarado admirador, a Benidorm, en un magnífico concierto para una noche de verano en el Parque de L'Aigüera. Sería la última vez que  asistiría en directo a una actuación del cantautor, al que  años atrás había perseguido, senyera en ristre por Valencia, Gandía, Xátiva u Ondara en pos tanto de sus canciones como de unas libertades que, estando lejos aún de conseguirse, el de Verges era uno de los principales  exponentes  en su reivindicación.

            El tiempo a veces nos brinda quiebros inesperados. La polémica moción de censura, mejorable  en algunos aspectos, a la postre sin duda contribuyó a poner a todos, entrantes y salientes,  en el lugar que probablemente merecían  y  a diario, ya  en otro orden de cosas, podemos comprobar como hoy mismo se cuestionan valores, conceptos  o instituciones que en algún momento llegamos a considerar inmutables: monarquía, sindicatos,  Constitución .

            Sin embargo, hay ocasiones en las que  el panorama con el que nos damos de bruces a la vuelta de un recodo es  especialmente devastador, como es el caso de ese Lluis  Llach que el Procés nos ha varado en  la orilla de la actualidad y en quien  es  muy difícil reconocer   a aquel otro que nos emocionara en el Parc de LAigüera, evocando a “les vinyes verdes vora el mar” o “Abril del 74”. Aquel que hablaba  de “enterrar la por” y nos hacía entonar emocionados “Cal que neixen flors a cada instant”, aparece ahora con gorro de lana calado hasta las orejas ( al margen de la estación del año) y blandiendo una estaca con ciertas similitudes con aquella otra que entre todos se consiguió tumbar, porque todos los nacionalismos son parecidos, como en su día apuntaran curiosamente los dos George ( Orwell o  Steiner)
           


           



    En un penúltimo acto de insumisión, me niego a que la prosaica actualidad arramble también   con aquellos sueños e ideales por los que un día probablemente lo habríamos dado todo y que sin duda nos han acompañado durante gran parte de nuestras vidas.            Por ese motivo, por razones básicamente de supervivencia  (o de salud mental, si se quiere) he  llegado a la conclusión que el Llach actual de mirada torva y profeta de sufrimientos,  no puede ser más que un lúgubre “avatar” diseñado por alguna agencia secreta de la Generalitat;  porque en estos tiempos tan prosaicos, de corruptelas, corporaciones , inconfesables intereses y porcentajes (3% incluido), no hay nada más peligroso que las Itacas, como esa del  poema de Kavafis, a la que él tan magistralmente cantara, precisamente porque nos exhortaba a ir “mes lluny de l’avui que ara ens empresona” y a  ser más sabios y generosos;  aunque la fe no sea “viure d’un record passat”.

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