Decía Roc Gregori en el prólogo de , “Poemas y
reflexiones desde Carbonera”, que carecíamos de la perspectiva
para valorar en su justa medida las aportaciones de la obra de
Vicente Pérez.
Hay dos factores, a veces confluentes, a través de los que podemos
acceder a esta perspectiva a la que tan lúcidamente aludía Roc;
uno es el tiempo y el otro la distancia.
Este verano abrasador nos ha terminado por arrebatar para siempre
a nuestro entrañable Vicent Pérez o Vicent “La
Pedrera”, como añadía Roc, buen conocedor
como es del paisaje y del paisanaje de L’Alfas. Luego el valor de
los escritos del autor de Carbonera no harán sino aumentar
proporcionalmente a lo dilatado ( e irreversible) de su ausencia,
toda vez que por no nos lo volveremos a topar , ávido siempre de
cariño y compañía, a la vuelta de cualquier esquina o en
L ‘Alfassina a donde gustaba ir en busca de amigos y conversación
hasta el final de sus días.
El caballo del tiempo al que aludía en alguno de sus poemas,se las
ha ingeniado para descabalgarlo ( como hará con todos), pero eso
sí, al final de una larguísima travesía vital iniciada
prácticamente en el siglo XIX y culminada en el XXI, al que llegó
el buen Vicent para plantarse frente a la pantalla de un
ordenador y hablarnos de lo divino y de lo humano; porque eso es
precisamente lo que hacía los sus poemas y escritos que compartía
con nosotros, con una clara vocación didáctica. Y lo hacía desde
su honestidad y hombría de bien, de cosas que conocía porque las
había vivido y de las que quería dejar constancia para que
evitando su olvido, tuviéramos alguna opción de conservar nuestro
ADN, las verdaderas esencias de L’Alfàs para futuras
generaciones.
Tras años de esfuerzo y sacrificio, no hace mucho L’Alfàs
conseguía abrir su museo etnográfico, Una asignatura pendiente
que ha logrado aprobar dignamente, con aperos, antigüedades fotos y
vídeos de nuestros antepasados, sus usos y tradiciones , pero para
saber de la “fuenta la Maravilla”, la confección de
embutidos, la importancia de las cisternas en L’Alfàs; conocer de
sus pastores y ganados o el funcionamiento del “carburero”;
para eso, digo, habría que hablar necesariamente con alguno de esos
“museos vivientes” (personas mayores) a los que aludía
Manuel Lázaro no hace mucho en El Mundo, a los que
dejamos marchar la mayoría de las veces sin prestar demasiada
atención, ocupados como estamos con nuestros trepidantes ritmos de
vida.
Y ahí radica lo verdaderamente excepcional de Vicente Pérez,
que además de conocerlo le gustaba contarlo en sus escritos que
eran una verdadera pasión para él , una especie de fuego interno
que aventaba su ilusión de vivir, inconformismo y vitalidad hasta el
punto que cuando perfilaba estas palabras este verano, a miles de
kilómetros de L’Alfàs (la perspectiva de la distancia), me
percaté de que a pesar de los muchos años que nos separaban,
siempre lo consideré un amigo más, un buen amigo , ausente a
partir de ahora, pero al que siempre recordaré con cariño con la
generosa sonrisa que me brindara en el que los dos sabíamos seria
nuestro último adiós, un adiós que el destino impidió pudiera dar
a Francisco “El Cuent”, mi padre y su amigo, hace tiempo
enfermo y del que él elogiaba su trabajo con sus olivos, que decía
“deixava com alfabegueres”.
Que la tierra te sea leve, “amigatxo”!!!