jueves, 30 de enero de 2014

(G) AMONAL

(G)AMONAL. Esta semana, de camino una al trabajo una noticia me saca del aturdimiento en el que con frecuencia uno suele estar aún a estas horas. La periodista nos cuenta cómo se acaba de descubrir que en la República Democrática Alemana se extraía sangre a los presos políticos, (que deberían de ser casi todos), para posteriormente venderla a la Alemania Federal y quién sabe si a otros países de Europa. Segundos más tarde la misma profesional nos relata cómo no sé qué autoridad económica considera que en unos cuatro o cinco años nuestro país se convertirá en el motor económico de Europa. El estupor de la primera noticia se mezcla con la incredulidad de la segunda hasta que finalmente caigo en la cuenta de que no son dos circunstancias tan inconexas como en un principio pudiéramos llegar a creer. A fin de cuenta fueron las leyes del mercado, la demanda provocada por la carestía de este fluido vital que se daba en la Alemania occidental, la que propicio el “vampirismo” de sus hermanos comunistas. Las mismas leyes de mercado que tanto estropicio están causando(vampirismo social a fin de cuentas,) entre nosotros y que hace que seamos, la mayoría de los españoles, más cautos con respecto a nuestro futuro más inmediato. Es muy difícil ser optimista cuando estamos viendo cómo cada vez con más frecuencia nos llegan niños sin desayunar a las clases, o como los libros de texto se han acabado por convertir en un artículo de lujo que encima habrá que renovar el próximo curso; es imposible creer en un futuro de promisión con los recortes en becas universitarias que se compaginan con las subidas de tasas y matrículas que han de pagar los que probablemente se verán abocados a emigrar al terminar sus estudios, de culminarlos finalmente. Estas “extracciones” llevan años realizándose aunque en lugar de agujas hipodérmicas se recurra, especialmente desde que gobierna Rajoy, al decreto ley, servido, con una frecuencia exasperante, con nocturnidad y alevosía para incrementar si cabe la indefensión de sus sufridas víctimas, nosotros. Es cierto que no hay barrotes de por medio, ni escuchamos el resuello de la temible “stasi” en nuestros pescuezos. Lo que paraliza al ciudadano de a pie ahora es el miedo que tan eficazmente es propagado por los profetas este liberalismo a ultranza que se ha adueñado por completo del viejo continente, en el que acaba de sucumbir el último bastión, Francia, con muy poca gloria, dicho sea de paso. Es cierto que ha habido protestas, la marea verde y la blanca tan inasequibles ellas al desaliento, como implacable la voluntad de la derecha en erosionar las dos fundamentales columnas en las que se asienta nuestro incipiente estado de bienestar. Tampoco podemos olvidar el movimiento 15M, su importancia y las resonancias que tuvo incluso en ámbitos internacionales, y es verdad, además, que los “escraches” espolearon nuestras conciencias ante unos hechos que se daban por inevitables y se miraban con la pasividad a la que a menudo nos mueve la asunción de nuestra impotencia Pero lo cierto es que la docilidad de los españoles en general, asombra a propios y extraños hasta el punto de poner en evidencia al propio gobierno de Rajoy que se había venido dotando de una amplia panoplia de recursos por vía administrativa y mediante el código penal preparándose para lo peor. Porque lo cierto es que se han cometido todo tipo de tropelías con la ciudadanía. La desvergüenza de algunos de ellas ha llegado a soliviantar a algunos responsables políticos populares, como la de los co pagos hospitalarios que pretendían penalizar a enfermos crónicos, trasplantados y diabéticos , como si no tuvieran ya bastante. Los ancianos de las residencias, no han tenido tanta suerte y han contemplado impotentes cómo se les metía la mano en sus exangües bolsillos para sustraerles las dos pagas extras de sus ya de por sí modestas pensiones para contribuir al pago de las residencias. Y además, por si esto no bastara, al contrario que en la Alemania del Este, donde los presos se veían obligados a trabajar clandestinamente para Ikea y la Volkswagen aquí no hará falta disimular el régimen de semi esclavitud de nuestros trabajadores, dado que por mor a la reforma laboral, a sus precarias condiciones de trabajo se les habrá dado carta de naturaleza. Sólo lo sucedido en Gamonal nos permite albergar ciertas esperanzas. Las esperanzas de que la insaciable codicia de los de siempre, sumada a su prepotencia, torpeza política y el irrespirable hedor a corrupción que está invadiendo prácticamente todas las esferas de la vida política española, y que avanza más deprisa que las mejoras en la economía con la que pretenden salvar sus traseros, sacuda nuestros adormecidos espíritus y nos mueva a plantarnos como los vecinos de esa ciudad burgalesa. No está “el horno para bollos”, y si a todo lo anterior sumamos la política del avestruz que se ha adoptado con las pretensiones de Mas en Cataluña o el incendio que podía haberse prendido en el País Vasco, donde las cosas parecían estar evolucionando de forma demasiado positiva para gusto del gobierno, podríamos pasar de hablar de Gamonal a otra situación de mucho más difícil retorno, explosiva en este caso y de consecuencias imprevisibles, a la que se alude simbólicamente en el juego de grafías del título del presente artículo y que tan tristes recuerdos nos trae a todos los españoles con memoria, ésta también, histórica.  

No hay comentarios:

Publicar un comentario