(Con el sociólogo y pacifista noruego Johan Galtung y unos amigos en una agradable velada en casa)
Conocí a Jorge Castro siendo concejal de Cultura de L’Alfàs del Pi. Me le presentó una amiga común, la entrañable Pilar Castillo. Su obra me cautivó de inmediato. Sus creaciones, de delicadas formas, lograban transmitir unas emociones que sólo un artista como él , entre poeta y orfebre, habría podido imprimirles.
Corrían tiempos duros y difíciles en el panorama político de L’Alfàs, con un enconamiento que sólo se da cuando las luchas son cainitas. No eran tiempos para la lírica, como rezaba el título de aquella canción y sin embargo la propuesta de Jorge , la monumental ancla del Paseo de las Estrellas, nos cautivó de inmediato y lo defendimos con convicción contra viento y marea.
Han pasado los años y las dulces formas de la emblemática obra de Castro en nuestro Paseo se han convertido en todo un referente entre propios y extraños, lo cual decía llenarle de satisfacción, especialmente tras la pérdida de Michelline su esposa y compañera del alma. Juntos acudieron durante años al Racó de L’Albir, atraídos por la magia especial que en todos nosotros evoca.
Otros proyectos tuvieron que aparcarse. Recuerdo en concreto, el entusiasmo con el que hablaba de poder transmitir sus conocimientos a los niños y jóvenes de L’Alfàs, tal vez pensando en aquel hijo que nunca pudieron tener. El infortunio no tardó en cebarse con él: primero perdió a su compañera y poco después acabaría cayendo en las garras inmisericordes de un cáncer que nos lo ha acabado por arrebatar.
La enfermedad, esta vez en mi entorno familiar más cercano, me impidió decirle ayer el último adiós al amigo, no al artista, porque estos nunca mueren. Como en su día dijera Margarite Yourcenar , el tiempo, que al igual que Jorge, es un gran escultor, acabará poniendo a cada uno en su sitio.
En todo caso, el Ancla del Paseo, una de sus creaciones más queridas , estará siempre entre nosotros y con ella, parte de su espíritu, por el cariño, amor e ilusión con la que la forjó. Allí permanecerá para siempre, más que peinando los vientos, acariciándolos con la dulzura de sus formas y a su vez siendo acariciada por las decenas de manos diminutas de todos los niños y niñas que a ella se encaraman diariamente.
Algo de lo que Jorge se sentía íntimamente orgulloso.
Hasta siempre, amigo.
(Artículo publicado en el Diario Información de Alicante el Domingo 10 de Julio de 2011)
(Artículo publicado en el Diario Información de Alicante el Domingo 10 de Julio de 2011)
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