«Ha habido
muchos episodios de peste en el mundo, como también ha habido muchas guerras, y
aún así la peste y las guerras nos pillan siempre desprevenidos». Quien nos
iba a decir que estas palabras de Camús en «La
Peste» fueran a cobrar tanta
actualidad en pleno siglo XXI, cuando nos veíamos
ya con un pie en Marte y otro donde hiciera falta. Calentamiento global
aparte, éramos los amos del universo y este contratiempo nos devuelve a nuestra verdadera insignificancia.
Pero, seamos honestos, no es que nos
haya pillado desprevenidos; es mucho
peor; hemos negado las evidencias. En China se ocultaron los primeros casos y la tomaron con un
médico honrado que dio la voz de alarma ,
y aquí nos vendaríamos los ojos para reírnos de las precauciones que
veíamos tomar a los comerciantes de ese país al frente de sus negocios. Ni
siquiera nos preocupó, conociéndoles, que
bajaran las persianas .
Y así seguiríamos como quien oye llover, sin renunciar a nuestra sagrada zona de confort, actos sociales, deportivos o culturales a tutiplén, porque a nuestro alrededor todo seguía tan igual
como diferente habrá de ser lo que resulte del devastador paso del coronavirus
entre nosotros. Porque tras la plaga
,nada vuelve a ser como antes, ni siquiera “
el corazón de quienes le sobreviven”, como sentencia uno de los personajes de la obra en cuestión.
Más nos hubiera valido “estar al
loro” como se suele decir, porque ahora va a resultar que acabaremos pagando el
pato los de siempre, Italia y España que despiertan una simpatía en según qué
países del norte, inversamente proporcional
a la admiración que sienten por nuestras playas o clima. Las reacciones
del simpático holandés de turno no se harían
esperar para hacer como antaño las delicias de nuestra prima más querida, la
de riesgo.
Y en estas estábamos, corazón en vilo pendiente de los boletines de
noticias a cual más estremecedor ,
cuando en el Whatsapp de un buen amigo veo la portada de un librito que le regalara tiempo atrás, “La
Idea de Europa” y su triste
comentario “¿Qué pensaría su autor Steiner en estos momentos?”
Sin duda tuvo suerte en abandonarnos el Premio de
Asturias antes de contemplar la
desolación que se adueña de su
estimado Continente, cuna de la civilización según él, para la
que jamás cejó en su empeño de encontrar
un denominador común que actuara como
argamasa. Como cuando resaltaba con convicción lo insignificante de sus
distancias en comparación con otros casos. “Europa
has been, is walked” (Europa ha sido, es andada”), que es lo que en definitiva hicieron desde las legiones
romanas, pasando por los bárbaros hasta llegar a las tropas de Napoleón o Hitler. Incluso sus más imponentes
barreras geográficas serían
sorteadas por los elefantes cartagineses.
Por eso son particularmente
patéticos por inútiles, los intentos de
algunos líderes europeos del norte de huir con el botín amasado gracias a la
Unión Europea ante el avance del coronavirus y me recuerdan de nuevo un
personaje de la novela de Camús, que
hace acopio de artículos cuando la
enfermedad azotaba Orán para especular,
teniendo que retirar los operarios del hospital a su muerte víctima de
la plaga, todo lo que había almacenado bajo la cama.
El nuestro es sin duda un continente
complejo y contradictorio, donde
una cosa es la simpática e idílica
visión del campanario del próximo pueblo para el viajero que se lo patea,
como destacaba Steiner, y otra muy diferente, cuando es el campanario
el que nos impide ver el camino que nos convendría tomar, como puede ser el caso.
En un magnífico artículo un Javier
Solana, convaleciente aún del
coronavirus, apelaba a la grandeza de
Europa y sus líderes, titulándolo como uno de los volúmenes de las memorias de
la Segunda Guerra Mundial de Churchill, “Our Finest Hour”, (“Nuestro mejor momento”).
Modestamente emularé su optimismo
en el mío al titularlo como otro ejemplar
de la monumental obra del “bulldog inglés”
“The hinge of destiny” (“El Vuelco del Destino”), por eso
de que Europa, según dicen, siempre se ha forjado en las crisis; eso sí, con los dedos cruzados y esperando
que los acontecimientos no hicieran más
apropiado el de otro de los integrantes de la sextalogía , “The Gathering
Storm” (“La Tormenta en ciernes”),
por la cuenta que a todos nos
tiene, también a los del norte, por mucho que se esfuercen en ignorarlo.