“CIUTAT
CREMADA”
Lejos queda ya la Barcelona de la canción de
Caballé y Freddie Mercury,
aquella en la que las campanas congregaban a la comunidad (“calling
us together”) , a contemplar un
horizonte desbordante de belleza, presagio de un futuro prometedor.
Hoy lo que suenan es a arrebato y en el mismo horizonte lo que se
recortan son las columnas de humo de una ciudad que arde por los
cuatro costados, y no sólo en sentido literal.
Muchos son los errores cometidos, pero puede que
el principal radique el el sistemático cultivo de la desafección
llevado a cabo por unos y por otros. Una práctica suicida de
acendrada tradición en nuestro país, que ha propiciado la
periódica recidiva de la “cuestión catalana” en cada uno de
nuestras etapas democráticas, como muy bien señalara Cebrián
hace escasas fechas.
Si Zapatero
en uno de sus excesos verbales se comprometiera a aceptar el Estatut
que emanara del Parlament, el PP recogería firmas en su contra y
promovería el boicot a productos catalanes; pero de lo que no cabe
ninguna duda es que la espoleta que ha propiciado el estallido actual
es el tsunami de corrupción almacenada tras las siglas del partido
hegemónico catalán durante décadas, que le ha aupado a victorias
electorales al tiempo que enriquecía a una casta política que,
viendo amenazados sus privilegios, no ha dudado en “sacsejar les
branques”, como amenazó Pujol. Porque
no hay nada comparable a una bandera para disimular la inmundicia
y si además es estelada, aún mejor, por su mayor capacidad de
“absorción”.
Y después están claro, los pirómanos, aunque a
ellos les guste más lo de patriotas, embelesados con el destellos de
las llamas y su poder de destrucción esperando sin duda su
oportunidad, sin importarles lo más mínimo el día der después,
que habrá de llegar; “
que se hunda España”,
decía Montoro.,
¿recuerdan?
Y en esas estamos, cuando una rectora tuvo que
cerrar impotente las puertas de su universidad ante los gritos del
energúmeno de turno, similar salvo en las pistolas y correajes, a
aquellos que intentaron amordazar a Unamuno
en
la Salamanca del 36, como
magistralmente recrea Almenábar. ¿
es ese el futuro al que queremos regresar?. ¿ Cuál es el verdadero
juego que se traen entre manos Casado,
Alvarez de Toledo y
un Ribera
cada vez más parecido a un pollo sin cabeza?.
A los independentistas, aprendices de mago, es
evidente que las cosas se les han ido de las manos y en Cataluña la
cuestión va adquiriendo tonos de insurrección con una desnortada e
incompetente clase dirigente que ahora reconoce haber ninguneado ni
más ni menos que a la mitad de los catalanes. Un peligro que ya
atisbara la prestigiosa revista TIME
en el 2017, cuando atribuía al proyecto de Puigdemon
y compañía propiedades radioacticas no sólo para España, sino
para el conjunto del proyecto europeo (“radioactive
for Catalonia, Spain and the whole Europe”.)
En “La Ciutat Cremada”, película de 1976 en
el que el director Antoni Ribes
recreara los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona, un grupo
de anarquistas se congregan para aprender el esperanto, en su loable
intento de alcanzar la utopía de lograr un idioma común con el que
toda la humanidad pueda entenderse.
Es difícil escapar de la tristeza al comprobar
el estado de postración al que una vez más hemos llegado. No
solamente en España y Cataluña donde se abona la diferencia, la
exclusión e incluso el supremacismo, sino a escala global, donde las
utopías han cedido el paso a las distopías y populismos varios
apadrinados por los Trump, Putin,
Erdogan, Orban, Johnson entre otros.
Veremos si al final no acabamos por descubrir que detrás del
“Procés” y “Tsunami” hay más de lo que en un principio
estábamos dispuestos a admitir..
La actualidad ha venido a corroborar la
afirmación de la reciente Premio Princesa de Asturias de
literatura, Siri Hustvedt
, cuando afirmaba que el progreso hacia un futuro mejor no es más
que un falso mito. Pero al menos deberíamos tener derecho a
conservar las sueños del pasado, aunque no fueran más que eso,
ilusiones, meras quimeras, mitos ; Contemplar la decadencia de todo
un símbolo para nuestra generación como
Lluis Llach usando “ la estaca” de
su emblemática canción para alimentar el fuego de los contenedores
en las avenidas barcelonesas, después de haberla blandido para
amedrentar a los funcionarios tibios con el Procés, fue para mí,
especialmente doloroso. Jamás me repondré.
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