viernes, 25 de octubre de 2019

"CIUTAT CREMADA"




CIUTAT CREMADA


Lejos queda ya la Barcelona de la canción de Caballé y Freddie Mercury, aquella en la que las campanas congregaban a la comunidad (“calling us together”) , a contemplar un horizonte desbordante de belleza, presagio de un futuro prometedor.
Hoy lo que suenan es a arrebato y en el mismo horizonte lo que se recortan son las columnas de humo de una ciudad que arde por los cuatro costados, y no sólo en sentido literal.
Muchos son los errores cometidos, pero puede que el principal radique el el sistemático cultivo de la desafección llevado a cabo por unos y por otros. Una práctica suicida de acendrada tradición en nuestro país, que ha propiciado la periódica recidiva de la “cuestión catalana” en cada uno de nuestras etapas democráticas, como muy bien señalara Cebrián hace escasas fechas.
Si Zapatero en uno de sus excesos verbales se comprometiera a aceptar el Estatut que emanara del Parlament, el PP recogería firmas en su contra y promovería el boicot a productos catalanes; pero de lo que no cabe ninguna duda es que la espoleta que ha propiciado el estallido actual es el tsunami de corrupción almacenada tras las siglas del partido hegemónico catalán durante décadas, que le ha aupado a victorias electorales al tiempo que enriquecía a una casta política que, viendo amenazados sus privilegios, no ha dudado en “sacsejar les branques”, como amenazó Pujol. Porque no hay nada comparable a una bandera para disimular la inmundicia y si además es estelada, aún mejor, por su mayor capacidad de “absorción”.
Y después están claro, los pirómanos, aunque a ellos les guste más lo de patriotas, embelesados con el destellos de las llamas y su poder de destrucción esperando sin duda su oportunidad, sin importarles lo más mínimo el día der después, que habrá de llegar; que se hunda España”, decía Montoro., ¿recuerdan?
Y en esas estamos, cuando una rectora tuvo que cerrar impotente las puertas de su universidad ante los gritos del energúmeno de turno, similar salvo en las pistolas y correajes, a aquellos que intentaron amordazar a Unamuno en la Salamanca del 36, como magistralmente recrea Almenábar. ¿ es ese el futuro al que queremos regresar?. ¿ Cuál es el verdadero juego que se traen entre manos Casado, Alvarez de Toledo y un Ribera cada vez más parecido a un pollo sin cabeza?.
A los independentistas, aprendices de mago, es evidente que las cosas se les han ido de las manos y en Cataluña la cuestión va adquiriendo tonos de insurrección con una desnortada e incompetente clase dirigente que ahora reconoce haber ninguneado ni más ni menos que a la mitad de los catalanes. Un peligro que ya atisbara la prestigiosa revista TIME en el 2017, cuando atribuía al proyecto de Puigdemon y compañía propiedades radioacticas no sólo para España, sino para el conjunto del proyecto europeo (“radioactive for Catalonia, Spain and the whole Europe”.)
En “La Ciutat Cremada”, película de 1976 en el que el director Antoni Ribes recreara los sucesos de la Semana Trágica de Barcelona, un grupo de anarquistas se congregan para aprender el esperanto, en su loable intento de alcanzar la utopía de lograr un idioma común con el que toda la humanidad pueda entenderse.
Es difícil escapar de la tristeza al comprobar el estado de postración al que una vez más hemos llegado. No solamente en España y Cataluña donde se abona la diferencia, la exclusión e incluso el supremacismo, sino a escala global, donde las utopías han cedido el paso a las distopías y populismos varios apadrinados por los Trump, Putin, Erdogan, Orban, Johnson entre otros. Veremos si al final no acabamos por descubrir que detrás del “Procés” y “Tsunami” hay más de lo que en un principio estábamos dispuestos a admitir..
La actualidad ha venido a corroborar la afirmación de la reciente Premio Princesa de Asturias de literatura, Siri Hustvedt , cuando afirmaba que el progreso hacia un futuro mejor no es más que un falso mito. Pero al menos deberíamos tener derecho a conservar las sueños del pasado, aunque no fueran más que eso, ilusiones, meras quimeras, mitos ; Contemplar la decadencia de todo un símbolo para nuestra generación como Lluis Llach usando “ la estaca” de su emblemática canción para alimentar el fuego de los contenedores en las avenidas barcelonesas, después de haberla blandido para amedrentar a los funcionarios tibios con el Procés, fue para mí, especialmente doloroso. Jamás me repondré.

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