domingo, 20 de noviembre de 2016

" NO DIGAS QUE FUE UN SUEÑO"



            El mismo Putin que no hace tanto filtrara el desafortunado  “Fuck Europe” con el que se despachara una  alta representante de la administración Obama, en  una discusión sobre Ucrania en un foro internacional , se sabe  ahora que ha  maniobrado con sus servicios secretos en las elecciones americanas que  se han decantado en favor de su admirador Trump; y si al declarado aislacionismo del último le sumamos el comprobado intervencionismo del primero, a los europeos se nos deberían poner los pelos como escarpias.

            Es evidente que el mundo se dispone a iniciar una nueva e imprevisible singladura que cuesta contemplar con optimismo dadas las señales que se avistan por doquier. Las democracias europeas, parasitadas largamente por intereses de importantes grupos de presión como hemos visto recientemente en el caso de nuestro país, han acabado por incubar con primor, una generación de políticos mediocre que difícilmente sabrán encontrar una salida aceptable a la laberíntica situación en la que se debaten los principales países del Viejo Continente.

            Enternece a estas alturas recordar como el nobel George Steiner se afanaba por encontrar una argamasa con la consistencia suficiente  para fundamentar el concepto europeo y en como  aludía entre otras cosas, a sus distancias razonablemente salvables,  y a la  omnipresencia de los cafés (con prensa disponible), como lugares para la tertulia, la conspiración y el contubernio.

            Lo cierto es que  esa proximidad  física en   el crisol de lenguas, religiones, etnias  e intereses que constituye Europa ,  ha sido la que ha  propiciado la interminable lista de invasiones que la han asolado desde las  legiones romanas , pasando por  las invasiones napoleónicas hasta llegar a las  dos  contiendas mundiales, especialmente la segunda, con  la “guerra relámpago” de Hitler. Nos lo acaba de recordar el recuperado cuerpo de Henry John Innes Walker,  desventurado capitán neozelandés muerto en la Batalla de Ypres ;  su rescate  y reciente identificación  nos trae a la memoria los  millones de jóvenes que como él sacrificaron sus vidas y abonaron el suelo europeo hollado en mil batallas, en defensa de la libertad y de unos valores que  aún tienen a Europa   como principal depositaria : el legado milenario procedente  tanto de Atenas como de Jerusalén , aunque  su milenaria coexistencia  no  siempre se haya dado en los mejores términos.

            Solo después de los horrores de dos guerras mundiales y especialmente tras las atrocidades nazis se crearían  las condiciones que permitirían al fin aunar esfuerzos, repartir sacrificios y avanzar en una misma dirección. Gran Bretaña bajaría el puente levadizo (que acaba de dinamitar con el Brexit)  para acercarse al continente; la Alemania de post guerra no escatimaría esfuerzos por hacerse perdonar  “sus pecados” y una Francia liberada y reconciliada consigo misma abrazaría con entusiasmo el proyecto europeo para  alejar para siempre la amenaza de  futuros  sobresaltos.

            Y es así como con el compromiso, la negociación y el diálogo entre las naciones y el pacto entre gobiernos,  empresarios  los sindicatos,   surgiría de un modelo de sociedad nuevo hasta  entonces  basado en el respeto de la dignidad de las personas, un  pacto social (ahora finiquitado) que propiciaría el periodo más largo de paz que jamás se haya vivido en nuestra atribulada historia , el único en el que los ciudadanos por fin, podrían conocer paisajes y paisanajes sin tirarse los trastos a la cabeza y en el que, si quiera por un momento, se acariciaría la utopía de un mundo sin fronteras.

            Pero en la  sociedad globalizada  en que vivimos, las circunstancias cambian a un ritmo de vértigo y si a duras penas hemos conseguido capear (  con secuelas)  los terribles embates de la recesión, sin una unión política y financiera real  y un posicionamiento estratégico común, no tendremos la más mínima oportunidad en los escenarios que el futuro inmediato empieza a perfilar ante nuestros ojos.

            No estaría demás que  algunos, visto lo sucedido en EEUU  pusieran sus barbas a remojar y  dieran  las luces largas; tal vez estemos aún a tiempo de, parafraseando de nuevo a Steiner ,  intuyendo el “colapso de nuestra civilización”,  podamos driblar la zancadilla que nos prepara el futuro  a la vuelta de la esquina para evitar  el regreso a un  pasado  no tan lejano que  en Europa yace a escasos 40 cm   de la superficie en las heladas llanuras centro europeas  donde descansaban los restos del desventurado capitán neozelandés por fin identificado .


            Sería de desear que su sacrificio, como el de tantos otros que corrieron su misma suerte,  no haya sido en vano para no tenerlo que reeditar,  probablemente con unas   proporciones y  consecuencias  que estremece imaginar.

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