Como juez, persiguió la guerra sucia contra los terroristas del GAL, bajo el gobierno socialista, a los narcotraficanTes, a los terroristas de ETA, al carnicero de Pinochet , a la corrupción del Partido Popular del caso Gürtel, y a los crímenes "mal sepultos" del franquismo, que jalonan la geografía española en forma de anónimas fosas comunes.
Mientras la otra mitad, (recuerden a Machado), se relame con indisimulada satisfacción, miren si no a Esperanza Aguirre, nos llegan como consuelo las reacciones de un país hermano Argentina. Siempre han estado a nuestro lado cuando nos han venido mal dadas. En L'Alfàs, pueblo donde nací, aún se recuerdan a quienes tuvieron que emigrar al país andino en busca de fortuna a principios del siglo pasado.También fueron generosos con los exiliados republicanos españoles, coyunturas políticas aparte y no hace mucho se recordó por aquí el mal trago que pasara el generalísimo con la Evita de los "descamisados", cuando lo que prevalecían aqui eran, precisamente, las "camisas azules" y los correajes de los fascistas.
De nuevo han estado al lado de los más débiles, atropellados por los poderosos restos de la dictadura que aún quedan enquistados en los aparatos del Estado, por mucho que presumamos de democracia y de Europa..
No pude evitar emocionarme cuando leí al Secretario Argentino de Derechos humanos contraponer la dignidad de Garzón a la mediocridad de los jueces que le han condenado y a las "Aguirres" de turno. O al constatar que ahora, en España, son las madres de la Plaza de Mayo las que acuden en defensa de los valores supremos de la democracia.
Cuando en España, la Academia de la historia se niega a calificar de totalitario a Franco, cuando en la vieja Europa se sacrifican derechos sociales logrados a sangre y fuego por la clase trabajadora en el altar cuidadosamente dispuesto por los mercados y Angela Merkel, cuando en algunos países se deponen gobiernos democráticamente elegidos, o se modifican constituciones en aras a la prima de riesgo, es posible que, una vez más, la esperanza esté en un Nuevo Mundo, que en modo alguno puede coincidir con el que nos deparan Sarkozy y la canciller alemana.