“L ESCOLA QUE ENS AGRADA”
Parece ayer cuando recibíamos alborozados al Pacte del
Botànic. Tras una larga y extenuante gestación y un parto de alto riesgo nos liberábamos al fin
de las garras populares que con tanta saña se habían aplicado a la rapiña en
nuestros servicios públicos. En en estas
mismas páginas celebrábamos por ejemplo
,que la Conselleria d’ Educación
recayera en manos de quienes en
principio estábamos seguros restañarían
los terribles destrozos que los recortes inmisericordes habían infrigido en
nuestra escuela publica.
Las esperanzas eran tan altas como bajo el
listón que dejaban los que abandonaban
Campanar, rabo entre las piernas,
perseguidos por la misma ola de corrupción que iba inundando todas y cada una de las
consellerias por las que habían campado
durante décadas.
A cinco años vista, no hay tanto que celebrar. Estadísticas
oficiales aparte, inasequibles siempre al desaliento, lo cierto es que los recortes en
educación distan mucho de haberse
revertido y ahí siguen de forma obstinada para quien los quiera ver en ratios,
horarios de profesores y
precariedad cuando no ausencia de instalaciones dignas, por no mentar los
retrasos o impagos de becas y salarios
ya sea de profesores o de auxiliares de conversación.
La gratuidad de los libros de
texto, ( Xarxa Llibres) sin duda un gran
acierto, no ha hecho sino aumentar las responsabilidades y tareas burocráticas
de los docentes sobre cuyas
espaldas descansa su
gestión; importante carga solo comparable
al peso de las medallas que no dudan
otros en colgarse por lo mismo ,
sin el menor rubor ni consideración.
Y en esas estábamos cuando nos
enteramos que el nuevo Reglamento
Orgánico y Funcional de Secundaria generará un modelo de institutos que nada tendrá
que ver con el tan cacareado funcionamiento democrático de los centros, reivindicación histórica de la izquierda. La capacidad que
se otorga a los directores para “pixelar”
según qué plazas y configurar así
equipos de trabajo por afinidad a supuestos
proyectos y avanzar así hacia “l’escola que ens agrada”, (Marzà
dixit) acabará por fomentar, al tiempo,
amiguismos, adulación o la
simple docilidad en un claustro al que
la Dirección podrá dispensar el mismo trato que ha ofrecido la Conselleria a los representantes de quienes
protagonizaron las mareas verdes, ¿las recuerdan?, en la tramitación de este (u otros )
documentos : desprecio absoluto, ninguneo total.
Un magnífico regalo cuando regrese
el Partido Popular, que no dice ni “mu”,
pensando en las virguerias que será capaz de hacer con este R.O.F. Les han dado
hecho algo que jamás se atrevieron a emprender.
Y ahí tenemos a la Bonig y sus grititos, para disimular, por el
tema del valenciano y el plurilingüismo cuando tampoco en esto ha acertado ( el
Botànic) y ha sido la propia O.C.D.E . la que ha acabado por reprocharles la
situación de desprotección en la que esta Ley, (otra sin negociar) sitúa a
nuestra lengua vernácula que es, no se olvide, también oficial.
Todo sacrificado en el altar del
dominio del inglés, en el que se impartirán asignaturas cuyos titulares se han tenido que formar deprisa y corriendo
en modalidad “low cost” o a coste cero para la administración como se
quejaba amargamente en los medios una
profesora el otro día.
Y nada bueno puede resultar de esto,
porque las lenguas nunca deberían ser un fin en si mismas sino un instrumento
de comunicación. Salvada la desventaja inicial de las minorizadas, lo importante es el mensaje y su comprensión
inequívoca. Pero difícil lo tenemos cuando ni emisor (profesor) y ni
receptor (alumno) dominan el
código en el que se transmite.
La cuestión no es baladí. De sobra es conocida la conexión entre lengua y
pensamiento, no sólo en su expresión sino en su propia génesis , una constante en lingüística
y psicología, desde Chomsky hasta Malmberg, pasando por Piaget, Pinillos, y
Unamuno entre otros.
Este último sin ir más lejos sugería adecuar el nivel de
exigencia en la enseñanza de idioma (en su caso el latín), a la finalidad
pretendida por su aprendizaje y relataba citando a Spencer como “los indios asombrados de la labor
del arado inglés hicieron de éste, pintándolo y erigiéndolo para adorar como
ídolo un instrumento.” ( “El
Caballero de la Triste Figura”). Aquí , más chulos que un ocho, ponemos
además el arado por delante del mulo.
Con todo, lo peor es posible que esté las formas. Esta querencia al “ordeno”, esta aversión al diálogo en los que alguien podría atisbar brotes
de dogmatismo y tics autoritarios
en el seno del Botànic, porque como todo
el mundo sabe el aforismo “por sus obras los conoceréis” jamás
ha fallado en la historia de la
Humanidad.