“TRIPLES
IN HEAVEN”, a
David Arques, In Memoriam.
En una leyenda irlandesa que leyera ya hace algunos años, una
“fairie”, hada de la mitología celta, concede un deseo a
un pastor (si mal no recuerdo) que le acaba de salvar la vida. Este
pastor le pide la eterna juventud como recompensa y el hada se lo
concede arrebatándole la vida en el acto.
Me pareció un relato tan cruel e injusto, con un final tan absurdo,
que su recuerdo me ha perseguido todos estos años como una
pesadilla y que he revivido con lacerante intensidad hace unos días
con el trágico suceso que nos ha conmovido a todos en L’Alfàs.
Porque no hay nada peor que despedir a un niño de solo catorce
años como David Arques que, con toda la vida por delante,
al igual que en la leyenda irlandesa,
ha visto congelada su inocencia de manera súbita y brutal por el
simple hecho de ser niño y buscar la felicidad jugando, que es lo
que todos los niños deben hacer.
Será así pues , alegre, eternamente niño, con la sonrisa de
oreja a oreja de camino al entrenamiento de baloncesto, su pasión,
como lo habremos de recordar en adelante; magro privilegio de quienes
nos abandonan antes de hora dejándonos al resto a merced de los
embates del paso del tiempo con el inconsolable dolor que siempre
produce una pérdida tan inesperada como injusta.
Nos quedará en su ausencia la rabia que nos mueve a la rebelión, a
emplazarnos íntimamente a un futuro reencuentro, sin saber muy bien
ni dónde ni cuándo, con aquellos a quienes hemos querido y que
nos han dejado antes de hora, como David. Más
conscientes que nunca de nuestra fragilidad , de lo efímero de
cuanto nos rodea y de lo imprevisible de nuestro destino. De poco
serviría que en ese aciago y gris sábado de abril el cielo
corriera a auxiliarnos abriéndose en canal sobre los congregados en
este el último adiós con un torrente de lágrimas persistentes,
pero suaves como pétalos; meritorio pero vano intento de consuelo,
porque inabarcable es el dolor que deviene de la gratuita pérdida de
un niño inocente.
Y a nosotros no nos quedará más que seguir adelante, como resignado
aseguraba que haría Erik Clapton a su hijo en el cielo, perdido en una tragedia similar,
inmortalizada en la canción “Tears in Heaven” (“Lágrimas en el cielo”) Y así lo haremos ,
sacando fuerzas de flaqueza porque seguro que ,además, es a lo que el propio David
nos emplazaría, luchador y peleón como era, aunque con su recuerdo indeleble
guardado para siempre en lo más profundo de los corazones.
¡Hasta siempre campeón!