domingo, 13 de enero de 2019

"CON LA MUERTE EN LOS TALONES"





            “Uno no es de ninguna parte hasta que no tiene un muerto enterrado bajo tierra”, clamaba  José Arcadio Buendía en  “Cien Años de Soledad” y en Cataluña, a lo que se ve, tiene una pléyade de seguidores desquiciados por extender la primera  escritura de propiedad.
            Si un día reclama un miembro del Govern, una víctima en el altar de la credibilidad del “Procés”, al poco se despacha el histrión de Torra con una loa a la vía eslovena, pavimentada como se sabe sobre los restos de 60 desgraciados, que son siempre los que acaban pagando el pato.
            Poco más tarde intervendría  Tardà para matizar. Los muertos que los pongan los de enfrente y alude a los desastres de Anual y del 98. Una postura con más “seny”, viendo quiénes han hecho un uso más proactivo de la violencia, ( “cualquier cosa que ocurre con violencia o brusquedad”, María Moliner), o quiénes han tenido la divertida ocurrencia de ahorcar monigotes de puentes de autopista,  desenfadado canto a la vida y a la convivencia donde los haya.
            Y mientras tanto otros aseguran que esta vez la Reconquista empieza por el Sur con una espectacular subida  de la extrema derecha aún por digerir que no se sustenta, y esto es lo verdaderamente notable, en programa electoral alguno porque “cuando se tiene una buena dosis de odio no hace falta esperanza”, según Faulkner.. Algo parecido a lo que TV3 reprochaba al Govern en una brillante parodia del último anuncio de IKEA.
            Cómo es posible que Cataluña haya caído en una situación tan dolorosa como la que está a punto de producirse”, se preguntaba  Tarradellas con amargura hace cuarenta años en una carta dirigida al director de La Vanguardia, alarmado al ver como se empezaba a incubar el huevo de la serpiente que nos acaba de eclosionar. Pues como siempre, porque no es la primera vez que nos sucede. Por una perniciosa combinación de intereses, incompetencias o incomparecencias de los “hunos” y de los “hotros” del imprescindible Unamuno y por la impagable contribución de los independentista con su atávica manía de morder la mano de quien  con más deferencia les trata.
            En realidad, y eso es una ventaja, no nos queda mucho donde elegir. O ponemos en marcha la máquina de fabricar independentistas, esta vez en modo turbo-Vox, o buscamos una fórmula que nos permita retener a los dos millones de catalanes que se oponen heroicamente a la independencia y  con un poco de suerte recuperar a algunos de  los muchos que se han visto arrastrados hacia ella.
            No hay color y el puente aéreo Tarradellas- Adolfo Suárez que unirá a partir de ahora Barcelona con Madrid tal vez  debería indicar  la senda que cabría  transitar para huír del precipicio al que según la prestigiosa revista TIME, nos dirigímos “…hurtling towards the brink”
            Por tanto no queda otra que remover la venda de prejuicios y odio que  impide ver lo sustancial. Lo  que traían por ejemplo, muchos diarios  en las portadas en las que se podía leer como la justicia condenaba a Ana Botella por el presunto desfalco en la vivienda social de Madrid y como el Gobierno acababa de subir el salario mínimo y actualizaba las pensiones. Urge poner el foco en lo que de verdad nos afecta a todos: en la educación, en la sanidad, en la dependencia. Hay que aventar con determinación la llama de la esperanza para que de nuevo prenda en el espíritu de la ciudadanía y dejar  al fin  sin coartadas a los farsantes y salvapatrias.
            En ningún sitio está escrito que estemos condenados a repetir la historia. Por una vez, démosle un quiebro. Aprovechemos, además que, contrariamente a la Ursula de “Cien Años de Soledad” que replicaba desafiante a Jose Arcadiosi es necesario que me muera para que se queden aquí, me muero”, estos lideres del Procés, afortunadamente no tienen  madera  de héroe ni mucho menos de mártir.; con un Puigdemon placidamente instalado en Bruselas y un Torra que el máximo sacrificio que ha estado dispuesto a hacer es privarse de las magdalenas de dos desayunos.
            Créanme, hay esperanza.