“
EL
PRECIO DE LA DERROTA”
Si
hace
apenas dos años nos felicitábamos en estas mismas páginas por la
llegada al poder de una coalición de izquierdas tras décadas de
nefasto gobierno del Partido Popular “Que
tinguem sort”
(Diario
Información 17/06/2015)
hoy nos desayunábamos leyendo los desesperados ( y probablemente
vanos) intentos del President Puig para que no le sieguen
la hierba bajo sus pies. No dura mucho la alegría en casa del
pobre , y en la de los socialistas valencianos, ni te digo.
Aun siendo el partido de la izquierda más
votado, un esclerótico PSPV no lo tenía fácil, ni por
su trayectoria e historia más reciente ni por la imagen de liderazgo
que transmitía un Puig
que no dejaba de ser un auténtico galápago de la política,
compañero de correrías de Lerma
allá por el Jurásico de nuestro
estado autonómico, especialmente cuando irrumpían en el
panorama político nuevas formaciones que amagaban con finiquitar el
bipartidismo imperante hasta la fecha.
Sin embargo el de Morella fue capaz de culminar un complicado encaje
de bolillos que le acabaría por reportar la presidencia de la
Generalitat y poner en valor la moderación de su perfil para
transmitir en el día a día cierta seriedad en sus decisiones y
acción de gobierno, lo que acabaría por granjearle gracias también
a su acreditada habilidad de “salta charcos”, la simpatía de
propios y de algunos extraños.
Y en estas estábamos cuando alguien decide
amortizar a Sánchez
y a Puig
se le reserva un papel estelar que al parecer asume con entusiasmo.
No es que el de Morella apostara por el caballo perdedor, ( que
maldita la falta le hacía);es que además sería quien
con su dimisión en el comité federal, propinaría el puntapié
final que precipitaría al vacío al secretario general, Pedro
Sánchez, y en un insólito dos por
uno, daría al traste con la unidad del PSPV, que muy a duras penas
se había conseguido restablecer, como se han encargado de demostrar
los hechos a posteriori..
Lo que se hizo con Sánchez
estuvo mal en el fondo y en las formas. Una burda operación de
tintes golpistas que no solo lo infravaloró a él, sino que supuso
una afrenta a toda la militancia que reaccionó con un sonoro “ no
es no”, esta vez a los contubernios en su propio partido,
restituyendo a Sánchez
en la secretaria general. Sin duda, es lo más parecido que en
política se puede encontrar con el Di
Caprio de “El Renacido” y no
deja de tener sus “bemoles” que los responsables de las
deserciones cuando no de descarnadas traiciones se desgañiten ahora
exigiendo cuotas, integración o reclamando modales poco menos que
“versallescos”
Todo esto es cierto; pero
en el País Valencià se dan una serie de circunstancias que no se
deberían de pasar por alto. Empezando por lo que muestran las
encuestas, una lenta pero clara recuperación en la tendencia del
voto a la izquierda y en especial hacia el Partido Socialista. Los
valencianos hemos sufrido como pocos los desmanes y saqueos de los
populares en nuestras propias carnes, educación, sanidad ,
dependencia y al igual que Sánchez,
nos merecemos también una segunda oportunidad.
Es
evidente Puig
debe perder toda esperanza de repetir como President de la
Generalitat por razones obvias, pero la actual dirección del partido
, a la hora de pasarle la factura, debería de asegurarse de que los
paganos no seamos los de siempre. No se les debe dar la menor baza a
unos populares que lejos de callar avergonzados y restituir lo que
han robado, aguardan la menor oportunidad para sacar tajada.
La
candidatura alternativa a la de Puig
y
el proceso de primarias que se abrirá en breve debe de procurar no
pisar más callos de los estrictamente necesarios y cuidarse de no
interferir en una gestión de gobierno enfocada en la defensa de
lo público (como la que hace Montón),
que necesitamos como agua de mayo, justo en la línea de “Els
Pactes del Botànic que tan bien nos están viniendo a todos para
fastidio de unos pocos.
Se
trata en definitiva de ver a quién decide hacer caso la dirección
socialista actual si al Churchill,
de “in
victory magnanimity”,
magnanimidad en la victoria, aunque no haya mediado previamente
dignidad en la derrota, o al ABBA
del “The
winner takes it all”
(el ganador se lo lleva todo), y modestamente creo que, al menos en
política, no hay color.