Pocas comparecencias de cargo público o institucional habían levantado las expectativas que suscitó la de Mazón dos semanas después de la fatídica DANA. No era para menos. Con más de doscientas vidas perdidas y miles de haciendas arrasadas, los ciudadanos clamaban por saber por qué había abandonado el President el timón ignorando alarmas y advertencias. De igual modo su desaparición en las horas cruciales del fatídico día, cuando aún se podrían haber salvado vidas y minimizado daños con las decisiones adecuadas, eran - y lo siguen siendo- un misterio inexplicable.
Porque contrariamente al episodio bíblico con el que se puede establecer algún paralelismo, en esta ocasión los valencianos no pudieron contar con Arca alguna que les llevara al monte Ararat para salvarse, dado que nuestro el Noé 2.0 , -(Mazón) como reza la canción , no estaba en su puesto, “estaba de farranda”, y también porque como hemos podido constatar más tarde , contrariamente al personaje bíblico, no parece que fuera lo que se dice “un hombre justo y recto...perfecto en sus acciones”. (Génesis 6:9)
Quizá por eso es que cuando finalmente decidió a quitarse ese ridículo chaleco rojo-emergencia, con el que posaba a todas horas haciendo como que velaba por los pobres afectados (dime de lo que presumes...) , optó por anudarse una corbata negra al cuello, para aparentar un respeto, luto y seriedad que brillaron por su ausencia en las más de tres horas de comparecencia.
Más bien al contrario; en un tono entre indignado y ofendido y pertrechado con un voluminoso archivador, se dedicó a leer como en una letanía, página tras página. Un cyber no lo hubiera hecho mejor; 20 segundos por página, dicen; sin que sentimiento ni emoción alguna le empañara la mirada o le embargara una voz engolada (contra la que tanto nos previniera León Felipe) vomitando datos a borbotones, y culpando a diestro y siniestro.
Pero lo mejor vendría al final, en modo postre, ya que , seamos honestos, la mayoría confiábamos en su dimisión, ¡qué menos!. Pues no, coherente con su versión de los hechos, resulta que se auto adjudicó la vital tarea de reconstrucción para poder optar, no se lo pierdan, a un segundo mandato. Un borrón y cuenta nueva con gratis total y premio en diferido.
Una cosa es que niegue la mayor, que nos quiera hacer creer que no era asunto suyo.Si no media pecado, sobra la contrición ; pero esa falta de empatía de la que hizo gala para con los valencianos que han perdido a seres queridos o todo lo que tenían, es una carencia de humanidad incalificable. La empatía es la madre de la misericordia, fundamental en quien ostenta el poder. “Si alguna vez doblares la vara de la justicia que no sea por el precio de la dádiva, sino de la misericordia” le indicaba D. Quijote a Sancho gobernador en ciernes de la Isla Barataria y cuando escribo estas líneas nos acabamos de enterar que la vara de Mazón, se ha doblado, sí, pero en sentido contrario: sesenta y dos millones de euros acaba de conceder a dedo a empresas vinculadas con tramas corruptas del PP. ¡Y eso que está en sus horas más bajas!.¿Es ese su propósito de la enmienda?.
A uno le cuesta creer que las fechorías queden impunes y que los responsables se vayan de rositas; una influencia tal vez de tantos cómics leídos en la infancia o de esas películas en las que siempre ganan los buenos, aún mis preferidas. Por eso cuando buen amigo me envió el Almanaque Las Provincias que relata la Riada del Turia de 1897, con unas similitudes con la DANA increíble , vi un rayo de esperanza.
Al leer uno de sus párrafos que detalla todo lo que la corriente arrastraba : “gran cantidad de naranjas, una barraca, un gato y un pollo vivos y dos gansos muy arrogantes que llegaron hasta el Puente de Sanjosé... donde perecieron.” me acordé del engreimiento de Mazón, y me fue imposible refrenar el deseo de que, con todo lo que aún queda por esclarecerse, también él, como los arrogantes gansos, se tope con su particular Puente de Sanjosé a la vuelta de la esquina, políticamente hablando claro está.
Simplemente para poder dormir tranquilo y porque no parece lo más prudente del mundo que un pirómano redomado se encargue de reforestar el área que acaba de reducir a cenizas, sin inmutarse.